El 2019, el Aeropuerto de Barcelona – El Prat Josep Tarradellas superaba los 52 millones de pasajeros, cerca del límite de capacidad teórica proyectada de 55 millones y la tasa de crecimiento de los últimos años se situaba en el entorno del 5 % y hacía prever la cifra de 60 millones de pasajeros de cara al 2023.
Este fuerte crecimiento hace necesaria una reflexión de cómo tiene que evolucionar esta infraestructura en equilibrio social, económico y ambiental con el territorio.
Este crecimiento se producía en un contexto de emergencia climática y de pérdida de la biodiversidad, haciendo que las políticas y estrategias marcadas a nivel mundial (Acuerdo de París), desde Europa (Ley Europea del Clima y Green Deal) y desde el Estado (Estrategia miedo la descarbonización) planteen la necesidad de acciones urgentes y contundentes para la mitigación del cambio climático y la preservación de la biodiversidad.
Pero el crecimiento del sector aéreo se ha visto fuertemente truncado por la pandemia de la COVID-19, que ha supuesto una bajada del 70 % de las operaciones al Aeropuerto de Barcelona. Las restricciones a la movilidad, las cuarentenas en algunos países, el cambio del estilo de vida con una gran penetración del teletrabajo y las videoconferencias y una desconfianza a volar hace que el futuro del sector aéreo sea muy incierto.
Es en este marco que este trabajo plantea una reflexión sobre la ensambladura ambiental del Aeropuerto de Barcelona-El Prat Josep Tarradellas, aportando una mirada sobre los valores ambientales y afectaciones del aeropuerto, sobre el impacto del crecimiento y una visión ambiental de las alternativas.